“Preservamos y cultivamos en los pacientes la dignidad ante su vida”
Entrevistamos al doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness
El doctor Zoilo Fernández (Trigueros, Huelva, 1945) colabora como psiquiatra en la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness desde su apertura en 2017. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza, durante su extensa carrera destaca su paso como director del Hospital Psiquiátrico de Teruel y del Instituto Psicoanalítico de Zaragoza, además de su trabajo en la unidad de salud mental del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y como jefe de área de Rehabilitación en el Instituto Andaluz para la Reforma Psiquiátrica.
—Como director técnico y médico especialista en psiquiatría de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness, ha participado en su diseño asistencial desde el principio. ¿Por qué se ha apostado por un tratamiento que integra a distintos profesionales?
—Hoy, el tratamiento de la enfermedad mental es global e integrador. No podemos abordar la curación de una persona enferma sin atender también sus circunstancias vitales, su biografía, su interrelación social y, por supuesto, su biología. Esto requiere a múltiples profesionales, cada uno especializado en un campo de la terapéutica, para así abordar la alteración biopsicosocial del paciente.
—¿Cuál es el perfil de los pacientes que atiende en SAMU Wellness?
—El perfil es muy variado. Desde trastornos leves neuróticos y todo tipo de alteraciones de la conducta hasta enfermedades mentales más significadas como la depresión, el trastorno bipolar o las psicosis. Pretendemos dar una atención integral con las terapias más actuales y luchar contra la idea de la estigmatización de los trastornos mentales.
— ¿Qué es lo que diferencia a la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness del resto de clínicas y hospitales psiquiátricos?
—La diferencia es notoria. Nosotros trabajamos bajo el concepto de comunidad terapéutica. Todos los elementos personales, materiales, normativos y estructurales del centro que rodean al paciente son concebidos como agentes terapéuticos e intervienen en el desarrollo psicológico del paciente. SAMU Wellness no es un hotel psiquiátrico ni una residencia mental al uso basada en tratamientos individualizados. El propio centro es el principal instrumento terapéutico para el paciente.
—¿Cómo se trabaja el problema de la estigmatización?
—Lo que prima en nuestro centro es preservar y cultivar en el paciente la dignidad ante su vida y su intimidad y el respeto a su libertad personal. Es el primer paso para que el paciente se perciba como persona y conciba su trastorno como otra enfermedad más. Y éste es el mensaje que hay que transmitirle a las familias, amigos y a la sociedad en general cuando el paciente sale del centro. Desgraciadamente no podemos borrar esa percepción negativa y ese miedo anclado históricamente en la sociedad.
—Usted trabajó durante 15 años en un hospital psiquiátrico tradicional, ¿qué aprendió de esa etapa?
—Aludiendo a una frase de la película Blade Runner, ‘he visto cosas que vosotros no creeríais’. Durante este tiempo me di cuenta de que los manicomios no podían seguir existiendo, que el tratamiento de las enfermedades mentales no era encerrar a los pacientes excluyéndolos de la sociedad, ni quitarles la dignidad como persona porque tuviesen sus facultades mentales alteradas. Luego, me formé como psicoanalista y me incorporé al Instituto Andaluz de la Salud Mental, donde me encargué del desmantelamiento de los hospitales psiquiátricos en Andalucía y de la planificación de la Rehabilitación en Salud Mental para los pacientes crónicos.
—¿Por qué existe ese miedo y rechazo de la sociedad a los hospitales psiquiátricos tradicionales?
—Porque allí se excluía a las personas de la sociedad, les anulaban sus derechos fundamentales y se les privaba de libertad sin fecha, lo que provocaba en el paciente nuevas enfermedades añadidas: la institucionalización, la cronificación y el deterioro personal y social. La sociedad era conocedora de todo ello pero negaba la evidencia. Rechazaba su propia acción condenándola a la marginación y al alejamiento de la comunidad.
—Cambiando de tema, ¿cree que los hábitos y el ritmo vida actual afectan a la salud mental de las personas?
—Todas las generaciones atribuyen a los nuevos cambios sociales una repercusión en la salud mental. El hombre tiene una enorme capacidad de adaptación para asumir cualquier cambio social y continuar en su evolución de maduración y crecimiento. Hace una generación, con el incremento de los divorcios, los hijos únicos, los hijos monoparentales, el fomento del juego o los tóxicos, los especialistas estábamos convencidos de su repercusión negativa, y no es así. Cuando la generación de hoy se enfrente a la de mañana dirán lo mismo: ‘Como viven no es bueno para su salud mental’.
—Pero hay un incremento de las depresiones y la demanda de ayuda psicológica.
—Sí, y también hay un incremento de la oferta de las técnicas especializadas en bienestar personal. La soledad, la frustración, la tristeza o la angustia existencial están presentes en el lenguaje cotidiano. La sociedad encuentra no sólo nuevas formas de expresiones ante los sentimientos de siempre, también las ayudas que se solicitan se adaptan a esos posibles nuevos remedios que se ofrecen y ambos se retroalimentan. Hoy es más fácil pedir ayuda médica y que te prescriban fármacos que apoyo espiritual o consejo.
—¿Y las nuevas tecnologías? ¿Cómo afectan a los más jóvenes?
—Un cerebro, una personalidad, un ser social en crecimiento requieren que los estímulos para su desarrollo no estén monopolizados en una sola dirección. Pero el cerebro está preparado para recibir y adaptarse al mundo que le espera. En ese punto está la clave del proceso de maduración.
— El suicidio es un tema tabú, sin embargo, el pasado año fue la primera causa de muerte no natural en España. ¿Cree que los medios de comunicación deben seguir ocultando esta realidad?
— El suicidio siempre ha sido la primera causa de mortalidad infantil y juvenil no natural, por delante, incluso, de los accidentes de tráfico. Está comprobado que ciertas conductas fuera de lo común provocan un efecto contagio. Esto no ocurre sólo en el caso de los suicidios, también en actos violentos. Es como si la publicación en los medios de estos actos abriera los cerrojos de la contención social ante actos prohibidos o rechazables social e internamente. Al difundirse la noticia, es como si este acto dejase de ser tan horrendo y tuviese una explicación.
—¿Cómo se puede prevenir?
—Detrás del suicidio siempre existe una enfermedad mental o un sufrimiento insoportable. Estos son los dos signos de alarma y en los que hay que trabajar para una prevención adecuada del suicidio. El segundo nivel de actuación en la prevención sería ante una manifestación, directa o de soslayo, de esta intencionalidad. Ante esta situación, hay que actuar abiertamente y de manera explícita para evitar que la persona llegue al suicidio. Y, por último, si somos testigo de un intento frustrado de suicidio, en este caso sólo cabe la intervención de un profesional especializado en colaboración con la familia.