doctor Zoilo Fernández clínica de salud mental en Sevilla

El papel de la psiquiatría privada hospitalaria frente al sistema público

Artículo de opinión del doctor Zoilo Fernández, director técnico de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness

 

Todos los que trabajamos en la atención sanitaria, tanto pública como privada, lo hacemos a nivel personal por un motivo económico, de estabilidad, de formación y de confort en el futuro. La empresa privada asume una función asistencial alternativa o complementaria, por las limitaciones que ofrece la red asistencial pública en una sociedad de consumo.

La bondad y la valoración de la asistencia pública es encomiable en cuanto ofrece una atención universal y da el mejor nivel asistencial posible a la población, independiente de los recursos económicos de los individuos. ¿Pero, qué ocurre cuando en esta universalización se aprecia deficiencias que afectan al cumplimiento de sus objetivos? El mismo modelo público impulsa la existencia de una asistencia discriminada para individuos favorecidos o desfavorecidos económicamente.

Este modelo está asumido en nuestra sociedad. Ocurre con la Educación, con la Atención Sanitaria General, con la red de instituciones y de recursos sociales.

Conforme el modelo público de atención se reduce en prestaciones y calidad, aparece la oferta privada que cubre esas necesidades. El modelo de nuestra sociedad lo permite y a su vez beneficia a un sinnúmero de trabajadores.

La estigmatización y la desvalorización de la atención a la salud mental han sido históricos, tanto de las instituciones públicas como en las privadas por cuestiones médicas y por los aspectos sociales que llevaba implícita la asistencia. La modificación de la atención médica y la transformación de los recursos terapéuticos para el tratamiento de los trastornos mentales, se inician a mediados del siglo pasado por los avances científicos y por los movimientos sociales democráticos y de dignificación de los enfermos.

Las instituciones públicas se colocaron en cabeza de estos cambios y progresos, y fueron pioneras en los avances más importantes en la atención a la Salud Mental. La atención asistencial en el ámbito privado quedó relegada a un segundo plano, sólo valorada como de una mejor calidad en la atención clínica ambulatoria; mientras que en lo hospitalario iba solo al paso de las nuevas apariciones en el mercado de los tratamientos farmacológicos.

El auténtico progreso en el tratamiento integral de la salud mental se llevó a cabo fundamentalmente en las instituciones públicas, sustentado por una ideología sociopolítica de izquierda y democrática. Y es ese modelo público asistencial el que se hace referente universal de ese progreso terapéutico, cambiando estructuras de atención y anulando complejos de hospitalización manicomial, con un objetivo principal: la instauración de una atención comunitaria a través de una red multiplicada de dispositivos especializados y definidos.

Los recursos, la implementación del modelo, el orgullo ideológico que lo impregnaba, no solo se fundamentaba en los avances terapéuticos, también en la prevención de la enfermedad y en la consecución de niveles de libertad, dignidad, y anulación de la marginación y de la exclusión de las personas enfermas. Dando lugar a la recuperación y a la integración social de los pacientes. Este modelo asistencial tan novedoso e ideológico (político) en la atención a la salud mental, llevaba implícito, consecuentemente, una valoración despreciativa de todos los recursos o instituciones privadas con ánimo de lucro. No se preservaba la esencia de la libertad y de la dignidad del enfermo mental.

Esta misma percepción desvalorativa se hace extensiva cuando se aplica a modelos con ánimo de lucro en otras áreas de atención ciudadana: educación, servicios sociales, salud… o en cualquier otra actividad cultural, de ocio o deportiva.

Aunque, es una realidad constatada en nuestra historia reciente que cuando este ideal de atención social, bien por la limitación de los recursos o por la disminución de la calidad de la prestación, para suplir estas carencias aparece la iniciativa privada. (Esta intervención, que es desdeñada públicamente, no lo es individualmente por los mismos que proclaman, gestionan o gobiernan lo público. Contradicción suprema).

Pero lo que hoy trato de plantear, es que se ha dado un cambio muy importante en la calidad y en la valoración terapéutica de la asistencia de las patologías mentales en las instituciones privadas, en comparación con la red asistencial pública.

La asistencia privada ha dejado de ser recurso de segundo nivel de calidad o simplemente de confort residencial, para convertirse en centros avanzados de innovación y nuevos tratamientos. Ya que el modelo público comienza a presentar ahora limitaciones importantes.

A pesar de que la fuerte ideologización política de la reforma en salud mental, y muy especialmente en  Andalucía en comparación con otras comunidades autónomas, invalida toda consideración de aporte innovador o de progreso de la atención privada en Salud Mental. Se hace una desvalorización ética de lo privado, que no se aprecia en otros ámbitos de intervención sanitarios.

Qué aporta una institución privada como SAMU Wellness

¿Qué puede aportar respecto al abordaje psiquiátrico/psicológico una institución privada en el tratamiento en la excelencia de las enfermedades y trastornos en salud mental?

El modelo público de atención a la salud mental presenta dos elementos estructurales deficientes, no reconocidos ni admitidos, que son demandados en su modificación y corrección por la sociedad:

  • El modelo público abusa de la fragmentación de los dispositivos terapéuticos con la pérdida del “referente” terapeuta o director de facto. La sectorización o la Unidad de Gestión de los recursos en Salud Mental de un territorio poblacional, no lleva implícita la coordinación y la continuidad de cuidados personalizada, referenciada y fluida que el paciente demanda. El coordinador e integrador del tratamiento del paciente es siempre el máximo valedor de la eficacia terapéutica.

El paciente tiene serias dificultades de vinculación por los numerosos profesionales por los que suele ser atendido. Aunque sobre el papel se le asigna un profesional responsable a ese tratamiento: un enfermero. Y es éste el que coordinará y se responsabilizará de las diferentes acciones asistenciales y recursos que se van a utilizar.

El paciente, y la familia, buscan un especialista único y director. Pero éste se difumina en los diferentes recursos, tiempos de espera, y sensación compartimentada en abordajes y criterios terapéuticos.

  • La subsanación de este problema intenta resolverse mediante la información documentada que se comunica y se complementa en cada dispositivo terapéutico, con el informe escrito que se entrega al usuario; así como con la cita comunicada en tiempos excesivamente dilatados. El único hilo de continuidad eficaz en el mantenimiento de la “salud” y de la disminución del sufrimiento, es el tratamiento farmacológico prescrito inicialmente. Esto con lleva de hecho una medicalización de la asistencia, aunque el resto de los diferentes recursos terapéuticos se conciban para otros objetivos: psicoterápicos, rehabilitadores, ocupacionales o residenciales. A la larga, son compartimentos estancos, con criterios singulares en cada recurso y por cada equipo que lo integra; y con el único nexo de continuidad y de acción terapéutica finalmente concretado, en el control y ajuste de la medicación según la sintomatología más o menos grave que presenta.

En el equipo de salud mental público se trabaja el diagnóstico, la elaboración del problema, conflicto o trastorno y se diseña un plan terapéutico para el individuo. ¿Pero dónde se siente el paciente acogido, arropado, dirigido, en una vinculación transferencial y terapéutica para la utilización de los diferentes instrumentos personales de crecimiento? ¿Cómo se ayuda a la maduración e integración, por un profesional de confianza, que no sea solo a través de la prescripción de fármacos?

¿Un tratamiento sólo con fármacos?

¿Cómo podemos solo con fármacos retrotraer el individuo a un proceso de modificación y recuperación no solo conductual, sino también vivencial, para así hablar de salud personal y social?

La persona enferma además de fármacos necesita volver a la experiencia de ser, crecer y madurar.

El modelo médico es insuficiente en el abordaje de los problemas en salud mental. Y este es el que se potencia y se expande como acción prioritaria en el modelo público. No existe una “unidad de acción” terapéutica efectiva que daría una intervención más personalizada y de acogimiento en un recurso polivalente, unitario y reducido en su dimensión operativa.

La estructuración de la clínica privada como instrumento terapéutico, único e integrador de toda la acción terapéutica sobre el paciente, persigue este objetivo.

El modelo asistencial de comunidad terapéutica (no pervertido en su nombre para usurpar sus fundamentos de acción terapéutica) es el que subsana estos errores del modelo público y que en la actualidad demanda la sociedad.

Y esta es la línea asistencial directriz que debe asumir una clínica de hospitalización y de tratamiento multidisciplinar en el abordaje integral de los trastornos y enfermedades en Salud Mental.

Conclusión final

La asistencia psiquiátrica pública que ahora veo, que ahora toco, la siento más lejana.

Me preocupa más la “resolución” del sufrimiento personal o el sufrimiento familiar. Me preocupa cómo la medicalización es insuficiente, como único instrumento para el abordaje de los cuadros clínicos psicopatológicos. A estos los veo amplios, complejos y necesitados de múltiples profesionales… pero vividos por el paciente en una vinculación transferencial de confianza.

Este otro mundo de la asistencia privada de la salud mental, hoy por hoy, no margina, ni encierra como siempre se le achacó. Se pretende y se desea incorporar a los pacientes al mundo productivo del que proceden, y es su ámbito de normalización.

El Trastorno Mental Grave (TMG) está más desdibujado psicopatológicamente en la clínica privada que en la pública. El factor socioeconómico sigue estando presente en la patoplastia de la enfermedad mental. El paro, la pobreza, la inmigración, están mucho más presentes en la sociedad actual y es donde tiene su caldo de cultivo el TMG.

La sanidad pública absorbe puntualmente la locura… la contiene, la amortigua. ¿La excluye, la encierra, la margina? ¡La compartimenta!

La hace esperar, la trata médicamente, no la resuelve en lo que hoy se espera de alivio y de curación.

Quizás ahora los papeles se han cambiado y la asistencia privada en salud mental pone el dedo en la llaga de lo que falta por hacer, o en lo que hay que hacer en la atención pública a la salud mental.

Nuevos métodos, nuevos enfoques, nuevas metodologías… ¿nuevas patologías?, asoman y nos demandan atención.