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Esquizofrenia: ¿Qué es? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo mitigar sus efectos laborales y sociales?

La esquizofrenia es un trastorno mental grave que, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a más de 21 millones de personas en el mundo. Muchos hemos escuchado historias de una persona con esquizofrenia más o menos cercana: un pariente lejano, el amigo de un amigo, una conocida. Sin embargo, a pesar de que afecta aproximadamente a tres de cada mil personas, sigue cubierta de un manto de desconocimiento. ¿Qué es? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo tratar con un esquizofrénico? ¿Cómo mitigar los efectos de la esquizofrenia en las relaciones laborales y sociales? Planteamos estos y otros temas al Doctor Zoilo Fernández, psiquiatra de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness.

Dice la OMS, máxima autoridad mundial de la salud, que la esquizofrenia se caracteriza por «una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta». Y cita entonces algunos ejemplos de experiencias comunes, como oír voces y los delirios. La esquizofrenia afecta más a hombres (12 millones) que a mujeres (9 millones) y sus síntomas se aprecian más frecuentemente entre los 16 y los 30 años, según Medline.

No existe un dato oficial de enfermos españoles diagnosticados de esquizofrenia, pero aplicando proporcionalmente los datos de la OMS rondarían los 150.000. Según el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) hay unos 400.000. Sin embargo, el doctor Zoilo Fernández, de la clínica de salud mental en Sevilla SAMU Wellness especifica que en estos datos suelen incluirse otros trastornos psicóticos que obedecen a causas muy diversas.

La OMS distingue tres tipos de síntomas:

  • Alucinaciones: oír, ver o percibir algo que no existe.
  • Delirios: ideas persistentes erróneas de las que el paciente está firmemente convencido incluso cuando hay pruebas de lo contrario.
  • Conducta extravagante: aspecto estrafalario, abandono del aseo personal, discurso desorganizado, vagabundeo, habla balbuceante.

Como recalca el doctor Zoilo Fernández, sólo un profesional de la salud mental puede diagnosticar la esquizofrenia. Aún hay un estigma asociado a esta enfermedad, lo que aconseja prudencia y minuciosidad en el diagnóstico. «Por darse en personas jóvenes, en momentos de maduración personal y de proyección de su futuro individual y social, las manifestaciones han de valorarse de manera muy minuciosa y por un equipo y en un tiempo suficiente de observación y estudio», explica el experto.

La esquizofrenia es una enfermedad grave. La OMS resalta que las personas con esquizofrenia tienen entre 2 y 2,5 veces más probabilidades de morir a edad temprana que el conjunto de la población, debido generalmente a enfermedades físicas, como las cardiovasculares, metabólicas e infecciosas.

Sin embargo, el cine ha representado este trastorno con más o menos fidelidad a la realidad, y ha contribuido a deformar el concepto común de esquizofrenia. La obsesión artística que deriva en delirios en El Cisne Negro (Darren Aronofsky, 2011), la compleja brillantez del matemático John Nash en Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001) y las visiones apocalípticas de Take Shelter (Jeff Nichols, 2011) son ejemplos recientes. Los trastornos esquizofrénicos han afectado también a algunos de los grandes genios de la pintura, como Van Gogh o Dalí, o de las letras, como Virginia Woolf. Esto no ha servido para conocer mejor la enfermedad y sus tratamientos, sino para rodearla de un cierto halo.

Causa desconocida y tratamientos de la esquizofrenia

Aunque la causa de la esquizofrenia sigue siendo desconocida, los expertos citan a la genética y los factores ambientales como factores probables. Zoilo Fernández explica que gracias a los avances en el estudio del genoma humano comienzan a identificarse «factores predisponentes o favorecedores de la aparición de la enfermedad». Sin embargo, aclara: «En absoluto se han identificado los factores causales o etiológicos». Es decir, el origen de la enfermedad.

Pese a que la esquizofrenia tiene un origen desconocido y sigue sin tener cura, es tratable gracias a la farmacoterapia y al apoyo psicosocial. «La enfermedad esquizofrénica tiene un origen multicausal y desde esa misma perspectiva hay que enfocar el abordaje de su tratamiento«, explica el doctor de la clínica de salud mental de Sevilla SAMU Wellness, que aboga por un estudio bio-psicosocial del paciente, para ofrecer un tratamiento «global e integrador» que incorpore, según un objetivo terapéutico individual, la amplia variedad de avances farmacológicos o de técnicas de psicoterapia y de «movilización personal» que se pueden aplicar:

  • Nuevos fármacos o medicamentos clásicos.
  • Técnicas de psicoterapia de las diferentes corrientes asistenciales.
  • Trabajos, juegos, ocio, teatro, cultura, música, danza…

Como explica Zoilo Fernández, la evolución de la enfermedad dependerá más del tratamiento y la intervención que con la propia «identidad fisiopatológica intrínseca» de la esquizofrenia o su manifestación: «Es un hecho constatado la muy diferente evolución que puede tomar la enfermedad en un medio socio cultural bajo o alto, o la disponibilidad de recursos terapéuticos aplicados en unos casos u otros».

La resistencia al diagnóstico

Hace unos años, El Mundo publicó un reportaje en el que personas con esquizofrenia «salían del armario». Este era el término, porque hasta ahora la enfermedad suele ocultarse. En el texto se contaba la experiencia de Vicente Rubio, que había superado la esquizofrenia paranoide y daba charlas para animar a otros afectados. Sin embargo, no es lo habitual. Más de la mitad de quienes sufren una enfermedad mental no son conscientes de ello, según expuso el psiquiatra Fernando Cañas, del Hospital Rodríguez Lafora de Madrid, en una jornada organizada por #di-capacitados, una plataforma que busca desestigmatizar a quienes padecen estas enfermedades.

Esto tiene una consecuencia decisiva: los profesionales médicos y psiquiátricos deben tratar frecuentemente con gente que no asume que está enferma. Esto hace que la relación médico-paciente sea esencial. «Aunque se avance con fármacos eficaces y prodigiosos, si no está el soporte humano de quien instaura el tratamiento, en la confianza, en la autoridad de ciencia reconocida y en la disponibilidad para la ayuda no se conseguirán los objetivos de la curación», comenta Zoilo Fernández.

Esto pasa por instituir un «vínculo» y evitar algunos errores comunes, como la «atomización de las intervenciones»; el cambio de profesionales en unos momentos caracterizados por la confusión y el sufrimiento; la variedad de diagnósticos; los tiempos de espera y, como destaca Zoilo Fernández, «las angustias no calmadas, o no entendidas ni por el paciente ni por la familia…».

El estigma de la esquizofrenia

Además, hay que tener en cuenta que a las dificultades para el tratamiento se suma el hecho de que las personas que padecen esquizofrenia han sufrido históricamente un rechazo social que está aún lejos de desaparecer. «La sociedad se angustia ante la enfermedad mental. Se comprende. Lo asumimos hasta los propios trabajadores cuando convivimos con ellos. El bien supremo de la razón ha desaparecido transitoriamente. Pero no es para siempre ni definitivo», explica el doctor Fernández, de la clínica SAMU Wellness.

El estigma de la enfermedad mental ha afectado históricamente de modo especial al ámbito laboral. Se estima que solo el 15% de los afectados por esquizofrenia en España tiene trabajo, el 35% lo busca y una parte de ellos (unas 2.500 personas) está ocupado en centros especiales de empleo, según este reportaje de El País. Según el estudio El paciente que padece un trastorno psicótico en el trabajo: diagnóstico y tratamiento (Adán, Del Pino, Huidobro, Gutiérrez, De Miguel y Gálvez), «la mayoría de estas personas que padecen psicosis, están desempleados o excluidos del mundo laboral y presentan importantes dificultades para acceder y mantenerse en puestos de trabajo remunerado».

Por eso, el doctor Fernández aboga por romper la distancia que genera el estigma: «Si no abolimos la exclusión, si no ayudamos al paciente en su ser persona y en su crecimiento con sus dificultades, nunca lo recuperaremos. Se añadirá a su esquizofrenia un resultado y un final que no estaba incluido en la enfermedad».